lunes, 10 de agosto de 2020

Una semana en Tokio (II): Viaje y llegada a Tokio.

Empiezo con nuestro viaje nipón. La primera entrada sobre los preparativos, aquí.

El sábado 9 de noviembre el despertador nos sonó a las cuatro de la mañana. Además no nos habíamos podido acostar especialmente pronto, terminando las últimas cosas del equipaje y porque yo había salido a las nueve y media de la noche de currar. La noche anterior Un rato antes pedimos un taxi para que viniera a buscarnos a las cinco menos cuarto. Pasamos a buscar a Andrea por su casa y fuimos al aeropuerto. Antes de las cinco y media estamos en la T2, y tras un fallido intento de facturar en Alitalia (con quien habíamos comprado el vuelo) facturamos con AirEuropa, que era quien operaba el vuelo hasta Roma. Desayunamos en la terminal un café con leche y un croisant, y al poco rato embarcamos. Durante el vuelo aprovechamos para dormir u rato porque íbamos los tres separados. Una vez en tierra, buscamos la puerta de embarque del vuelo a Narita y la encontramos bastante rápido. Después de esperar un rato (la escala era de una hora y pico) leyendo la guía de Tokio, empezamos a embarcar. Ahí fue cuando empezamos a ver a un montón de japoneses y cuando empezamos a notar su organización, todos colocaditos en dos filas ordenadas.

Para este vuelo ya había aprendido de nuestro anterior viaje a Japón en 2008 y lo bien que se organizan los japoneses en esto vuelos intercontinentales: íbamos los tres con pantalones cómodos (de chándal o mayas) para dormir a gusto. Yo también llevo otro par de calcetines gordos porque la otra vez se me quedaron los pies helados. También llevamos un kit de viaje con una almohada hinchable, un antifaz y unos tapones. Yo sólo usé la almohada, pero nos vino bien a todos el kit. En fin, al poco de despegar nos dieron una bebida y unas galletitas. Después nos dieron la comida/cena, a elegir entre comida italiana o japonesa. Yo elegí italiana porque por delante tenía muchos días de comida japonesa (o eso pensaba yo...). Durante el vuelo intentamos dormir, ya que íbamos a llegar a Narita por la mañana, unos con más éxito que otros. Como una hora y media antes de llegar nos dieron los papeles para inmigración y la aduana que rellenamos. 

A las siete de la mañana llegamos a Narita tras once horas de vuelo y habiendo dormido unas seis horas en las últimas 48. Pensé que el jet lag iba a ser de traca. Pasamos el control de inmigración sin problemas, nos cogieron las huellas y nos hicieron una foto. Después fuimos a recoger las maletas. Esperando en la cinta a que salieran las maletas noté como el suelo temblaba como cuando pasa el metro por debajo, y pensé que será algo así, pero luego nos enteramos que había sido un terremoto de 5.5, aunque el epicentro estaba lejos de Tokio. Cuando recuperamos nuestras maletas sanas y salvas, fuimos a pasar la aduana. El señor de la aduana nos preguntó alguna cosa (de dónde venimos, a dónde vamos, el propósito de la vida del viaje...) y nos dejó pasar. Fuimos a la estación de JR (Japan Rail) y allí compramos el JR pass del área de Kanto, que dura tres días. Nos costó 8000 yenes cada uno (unos 65€ al cambio de entonces). Lo activamos en ese momento y reservamos tres asientos para el siguiente Narita Express, que es la forma más rápida y cómoda de llegar al centro de Tokio. En el tren intenté echarme la siesta, pero la emoción de estar ya en Japón era mayor que el cansancio, así que me quedé observando el paisaje, que según íbamos acercándonos a Tokio se iba haciendo más interesante y marciano.

Llegamos a Tokio Station en poco más de media hora. Como era muy pronto para ir al hotel directamente, serían como las nueve de la mañana, decidimos ir a la oficina de billetes a reservar los shinkansen para el día siguiente que íbamos a Nikko y al otro que íbamos al Fuji. Había muchísima gente andando hacia todas direcciones y esquivándonos, y me sentí como un pulpo en un garaje. Preguntamos en información y una amable señorita que hablaba español (la única que encontraríamos en todo el viaje) nos indicó dónde estaba la oficina de billetes. Allí, nos tocó el único taquillero que no hablaba casi inglés (qué suerte). Por suerte llevábamos impresos los itinerarios que queríamos hacer y los números de tren con los horarios, de la página de hyperdia, y nos acabamos entendiendo. Con nuestros billetes ya reservados nos dirigimos al metro.

El metro de Tokio parece una locura imposible de comprender, pero no es tan complicado. Todas las líneas tienen un color y una letra asignada, y todas las estaciones se identifican con una letra (la de la línea) y un número (el número de estación en la línea). Lo mejor es fijarse en eso mejor que en los nombres, porque a veces los nombres de las estaciones sólo vienen escritos en kanji o katakana. Además hay que tener en cuenta que se paga por la cantidad de estaciones del recorrido que vayas a hacer, pero saber cuánto tienes que pagar es fácil porque donde se compran los billetes siempre hay una lista de las estaciones con el precio que cuesta ir hasta allí, así que localizas la estación a la que quieres ir, ves el precio y compras un billete que cueste eso. Bueno, para no mentir, hay dos tipos de lineas de metro, las de Tokio Metro y las de Toei. Nosotros sólo cogimos una vez una línea Toei. Tienen diferentes tarifas y para hacer transbordo entre una línea de Tokio Metro y una Toei hay que pagar un billete especial de transfer. En fin, que allí en situación es más fácil de lo que parece.

Pincha para ver más grande.

Así que estábamos en Tokio Sta, que es la estación M17 e íbamos a Akasaka que es la C6, haciendo transbordo en Kasumigaseki, que es la M15 (o C8). El billete nos costó 160 yenes cada uno. Llegamos tras un trasbordo un poco infernal con las maletas a Akasaka y el hotel estaba a menos de 50 metros de la salida de la estación. El hotel era el Grand Fresa Akasaka. Tras un poco de susto, porque la recepcionista no encontraba nuestra reserva, intentamos hacer check in pero era demasiado pronto. Lo que sí nos ofrecieron fue guardar nuestro equipaje. Usamos el baño que había al lado de recepción para asearnos un poco y cambiarnos de ropa. El hotel está bastante bien. Muy cerca del metro (ya que nuestro JR pass sólo dura tres días, que vamos a estar haciendo excursiones, el resto de días nos moveremos en metro). Es de estilo occidental. Muy limpio, aunque esto es lo normal en cualquier hotel japonés. Las habitaciones son pequeñas, aunque no minúsculas, y están muy bien pensadas, muy funcionales. Nos cabe hasta la maleta grande que llevamos Dani y yo.




Esta era nuestra habitación del hotel, la cama, el baño, un sitio para la maleta, un armarito para los abrigos y poco más. Con yukatas y pantuflas limpios cada día. También tenía un hervidor de agua y todo lo necesario para hacer té y agua mineral gratis en la neverita. Ahí empezó nuestro primer día en Tokio, que contaré en la próxima entrada sobre nuestro viaje a una de las ciudades más grandes y alucinantes del mundo ;)

Para ver las otras entradas sobre el viaje:


lunes, 3 de agosto de 2020

Nuestra experiencia en Museum of Illusion de Madrid.

A finales de julio tuvimos un día muy divertido de planes por Madrid. Uno de ellos fue visitar el Museum of Illusions, que ha abierto recientemente en nuestra capital. Ya lo habíamos visto a través de las redes sociales de gente que lo ha visitado en otros países, como Malasia o Dubai, así que teníamos una idea de lo que íbamos a ver. Tienen una serie de ilusiones ópticas y visuales, la mayoría de ellas interactivas, en algunas hasta te metes dentro de la ilusión, lo que resulta en un buen rato de aprendizaje y entretenimiento.

Por aquí os dejo algunos ejemplos de lo que pudimos ver:

Cabeza abajo

Habitación infinita

Una partidita

Haciendo el moonwalk

De colores

Chiquinina ha crecido

O su padre ha encogido

El museo abre de miércoles a domingo de 12 a 21 horas. Las entradas cuestan 12€ para los adultos y 9€ para los niños de 5 a 12 años, mayores de 65, estudiantes y desempleados. Hay una entrada familiar (2 adultos y 2 niños) por 36€. No es necesaria cita previa para visitarlo.

Y ahora nuestra opinión. El museo es muy entretenido y apto tanto para niños como para más mayores. Las ilusiones más inmersivas son las que más le gustaron a la chiquinina, y nosotros disfrutamos además de otras muchas ilusiones explicadas durante la exposición. El museo no es muy grande, en una hora u hora y media se puede ver tranquilamente, por lo que nos pareció algo caro para lo que ofrece. Nosotros fuimos a primera hora de la tarde y no había cola para entrar, aunque sí que tuvimos que esperar un poco para hacernos foto en alguna de las ilusiones. Cuando ya estábamos terminando la visita se empezó a llenar bastante y nos agobiamos un poco de estar en un sitio cerrado abarrotado, así que nos fuimos un poco precipitadamente. Cuando salimos eran como las seis y había bastante cola para entrar. Así que si decidís visitarlo os recomendamos las horas de mediodía, que hay menos gente y lo podréis visitar más cómodamente y sin colas ni aglomeraciones.

Y hasta aquí nuestra experiencia en este nuevo museo tan instagrameable que ha abierto su sede en Madrid.