Pues, como comentaba en
la entrada anterior, sobre el viaje y la llegada a Tokio, el domingo sobre las once de la mañana, sin haber podido hacer check in en el hotel, dejamos el equipaje y salimos a nuestra primera toma de contacto con Tokio.
Empezamos dando un paseo por la calle del hotel, para reconocer el terreno. Había bastantes restaurantes y muchas tiendas tipo Seven Eleven. Entramos en una tienda para comer algo, porque desde el desayuno en el avión antes de las siete de la mañana no habíamos comido nada. Andrea y yo compramos un
onigiri para cada una y unas bebidas que no sabíamos muy bien lo que eran. La de Dani resulta ser agua con sabor a limón. La nuestra es té de cebada, pero no lo descubriríamos hasta el día siguiente (estaba bastante malo, por cierto).
Después de comer el desayuno tokiota fuimos otra vez al metro para ir al parque Yoyogi. Son tres paradas en la línea Chiyoda, de Akasaka a Meiji-Jingumae, 160 yenes por cabeza.
Salimos del metro por la salida 2, hacia la estación de JR de Harajuku, que da al puente Jingu-Bashi, que es donde se suelen poner los rockabillys. Eran poco más de las once, así que era pronto para verles. Estaba nublado pero hacía muy buena temperatura, casi nos sobraban los abrigos. Dimos un paseo por el parque hasta el santuario Meiji. Había muchísima gente, muchos niños y mujeres vestidos de manera tradicional, y algunas adolescentes vestidas de forma bastante estrafalaria. El paseo por el parque hasta el santuario es muy agradable.
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Una de las callejuelas de Harajuku. |
Harajuku me recuerdó a la zona de Fuencarral y Tribunal en Madrid: muchas tiendas modernas de ropa para jóvenes, muchas peluquerías que no sabes si es una peluquería o un pub o una galería de arte, mucho moderneo, mucho adolescente... Curioso para darse un paseo y perderse por sus callejuelas.
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Curiosa entrada a un centro comercial. |
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El bulevar de Omotesando. |
Omotesando son los Campos Elíseos de Tokio. Es una calle larga llena de tiendas, restaurantes y centros comerciales.
Con las fuerzas a menos tres, llegamos a Akasaka y fuimos al Akasaka Sacas, que es un complejo de varios edificios, uno de ellos de oficinas que en los bajos tiene varios restaurantes. Al final comimos en un restaurante coreano de "comida sana" que tiene poco de Coreano y mucho de franquicia, pero las fuerzas no nos daban para más. El restaurante se llamaba Bibigo y comimos los tres por unos 5000 yenes.
Hicimos check in en el hotel después de comer y por fin nos pudimos dar la deseada ducha. Descansamos un rato en la habitación, aprovechando el wifi, dormimos una siestita muy corta y salimos a dar otra vuelta por la zona.
La zona de Akasaka, aunque no lo sabíamos lo acabaríamos descubriendo pronto, está llena de barbacoas coreanas, restaurantes españoles y karaokes. También se nota que es una zona cara, por los cochazos que nos fuimos encontrando de vez en cuando. Compramos el desayuno para el día siguiente en el Seven Eleven y a las siete de la tarde nos fuimos a la cama porque el cuerpo no aguantaba más. Además, al día siguiente nos esperaba la excursión a Nikko y había que estar descansados.
Para ver las otras entradas sobre el viaje:
Parque Yoyogi, templo Meiji-Jingu y Harajuku.
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