martes, 21 de enero de 2020

País Vasco francés, las Landas y Burdeos en coche: Saint Emilion.

La última entrada del viaje para contar la visita a Saint Emilion y la vuelta a casa. El viernes la idea era visitar algunos pueblos cercanos a Burdeos, pero no nos dio para mucho, sobre todo porque Dani seguía malo y un poco flojillo. Aunque lo importante, que era ver Saint-Emilion, le dedicamos toda la mañana. Después de desayunar y prepararnos, cogimos el coche y pusimos rumbo a Saint-Emilion, a 50 kilómetros, que tardamos casi una hora en recorrer. Dejamos el coche a la entrada del pueblo, en la zona baja. La chiquinina se había quedado dormida, así que esperamos un rato a que se despertase, cosas de viajar con bebés, hay que adaptarse a su ritmo. Cuando terminó su siesta, fuimos a dar un paseo por el pueblo. Saint-Emilion es patrimonio de la humanidad, y está bien conservado. Es famoso por sus vinos y por la iglesia rupestre, que está excavada en unas cuevas. Merece la pena pasear con tranquilidad, aunque no es muy grande pero tiene sus buenas cuestas.

Viñedos a las afueras de Saint-Emilion 
La tour du Roy
Vistas de Saint-Emilion 
La iglesia rupestre
Cuesta en Saint-Emilion 
Calle en Saint-Emilion 
También hay muchas escaleras 
Saint-Emilion 
Petit Fontaine 
Comimos en un sitio de bocadillos, porque nos dió la impresión de que en los restaurantes nos iban a pegar un buen palo, es un pueblo superturístico. El sitio que comimos se llamaba La Bonheur, Dani y yo comimos bocadillo y la peque una quiche pequeña, con bebidas nos costó menos de 20€.

Después de comer la idea era ir a ver el Chateau de Montaigne, que está cerca, a unos 20 minutos en coche, pero estaba medio lloviendo y estábamos bastante cansados después de ocho días de turismo, así que decidimos volver para el hotel, descansar un rato y preparar las maletas, que al día siguiente teníamos una buena paliza de coche. En el hotel descansamos un rato y bajamos a cenar justo al lado, en la misma acerca, en un sitio que nos sentamos a tomar un vino en la terraza, nos gustó (y nos dio pereza movernos), así que decidimos quedarnos. Se llama La P'tite Brasserie y el camarero era muy majo. No tienen carta, te explican los platos del día y decides. Tienen platos para niños, y para Sofía pedimos nuggets de pollo que resultó ser dos filetes de pechuga de pollo empanada con patatas. Mucho mejor. Nosotros cenamos hamburguesas que estaban muy buenas. Con un par de cervezas y un par de vinos, nos costó unos 60€ la cena. Nos fuimos a dormir pronto porque teníamos muchos kilómetros por delante el sábado.

 El sábado desayunamos también en el hotel, cargamos el coche e hicimos checkout. Cuando salimos eran las diez y pico. Hacía buen día y nos dio un poco de rabia pasar por las Landas con tan buen tiempo con lo que nos llovió el día que estuvimos por allí. Desde Burdeos a la frontera son poco más de 200 kilómetros y tardamos algo más de dos horas. En ese rato cada pocos kilómetros hay un peaje, pasamos por tres 3,60€ y uno de 2,40€, y en la frontera pagamos 1,70€. Ya en Guipúzcoa pagamos el de la AP1 que eran 13€. Paramos antes de llegar a Miranda, a echar gasolina y comimos un bocadillo (Comida 10€ y gasoil 50€).

Después a la altura de Burgos pagamos otro peaje de 12€. Al final llegamos a casa a las seis y pico, sin hacer más paradas, y sin casi tráfico en todo el camino. Yo pensaba que iba a ser más paliza, pero la vuelta no fue ido nada mal. En total hicimos unos 1900 kilómetros en ocho días, y nos gastamos unos 1500€. Viajar en coche con la chiquinina resultó muy cómodo, después de esta experiencia y la de Escocia, podemos decir que nos estamos volviendo expertos en road trips familiares. También ha sido un poco accidentado por los virus de la peque, que luego se cogió Dani, y los días en el País Vasco francés y las Landas nos hizo bastante mal tiempo, pero nos ha gustado mucho. Burdeos es impresionante, la gente del sur de Francia muy maja, la comida y el vino estupendos, los paisajes son espectaculares y la verdad es que tengo ganas de volver pronto, a ver el valle del Dordoña, la ruta de los Cátaros o la Costa Azul y la Provenza. En fin, todo se andará.

Otras entradas del viaje en coche al País Vasco francés, las Landas y Burdeos:
Preparación y ruta
San Sebastián
Ruta por Labort
Las Landas
Burdeos
Saint-Emilion

jueves, 16 de enero de 2020

País Vasco frances, las Landas y Burdeos en coche: la perla de Aquitania.

En esta entrada os contamos nuestros dos días disfrutando de Burdeos o la perla de Aquitania.

Nos levantamos el miércoles sin mucha prisa, bajamos a desayunar y nos preparamos para salir a conocer Burdeos. Fuimos dando un paseo hacia el centro, en menos de cinco minutos estábamos en la plaza Gambetta, que está en el borde del centro histórico de la cuidad. Pasamos por la Porte Dijeaux y paseamos por toda la calle de la Porte Dijeaux, que más adelante se convierte en la calle Saint-Remi y termina en la plaza de la Bolsa. No eran ni las diez y la calle estaba llena de furgonetas descargando mercancía en los comercios, lo que le quitaba un poco de encanto. La plaza de la Bolsa, con sus edificios señoriales, su fuente, toda abierta al río Garona es impresionante. Hicimos un montón de fotos desde el Espejo de Agua, que es una de las vistas más famosas de la ciudad. Cada cierto tiempo la fuente se vacía y sale agua pulverizada por unos surtidores, y justo nos pilló allí y la chiquinina lo disfrutó un montón. Fuimos por el borde del río a ver el monumento a los girondinos. En la explanada que hay frente al monumento, había una especie de mercadillo de antigüedades. Muy curioso. Después nos acercamos a ver el Centro Comercial de les Grands Hommes, pasando por la iglesia de Notre Dame y el pasaje Sarget. El centro comercial es un edificio circular en el centro de una plaza circular, bastante bonito. Vimos la Ópera y paseamos por la calle Sainte-Catherine, que es una calle muy comercial, llena de tiendas. También nos acercamos a la plaza del Parlamento.

La plaza de la Bolsa
Plaza de la Bolsa 
Flipando con la fuente 
Monumento a los girondinos 
Iglesia de Notre Dame
Plaza del Parlamento 
Típica calle del centro de Burdeos 
La chiquinina estaba echando su siesta mañanera, así que fuimos a la plaza Camille Jullian y nos sentamos en una terraza a tomar el aperitivo. Esta plaza tiene muchos sitios para comer y bastante económicos, se respira ambiente de estudiantes. Aunque el precio de una cerveza grande y una copa de vino fue el que luego comprobaríamos que es el estándar, 10€. Cuando la chiquinina se despertó, fuimos hasta la catedral, la torre de Pey-Berland y el palacio Rohan. Comimos allí mismo, en una pizzería que había al lado del palacio, porque eran más de las dos y no teníamos muchas ganas de ponernos a buscar otra cosa. Comimos una pizza, una pasta, Coca-Cola, cerveza y menú infantil por 45€. La pizza estaba pasable, la pasta horrorosa (para que yo no me coma un plato de pasta tiene que estar mala con ganas).
La torre de Pey-Berland
La catedral 
Después de comer estábamos un poco cansados y Dani seguía estando malo, así que volvimos un rato al hotel pero antes pasamos por el centro comercial de Meriadeck, que estaba de camino. Había un Auchan y entramos a comprar alguna cosa típica para llevarnos a casa, vino, queso y dulces, aunque no compramos mucho porque no sabíamos bien qué comprar. Decidimos que mejor lo mirábamos luego en Internet con la WiFi del hotel antes de ponernos a comprar vinos de Burdeos a lo loco. Llegamos al hotel y descansamos un par de horas. Una vez que recobramos fuerzas, volvimos a salir para dar un paseo y tomar algo.

Burdeos es una ciudad que merece mucho la pena pasear sin mucho rumbo, sólo dejándote llevar y viendo lo bonito que es todo. Cuando nos cansamos de andar nos sentamos en una terraza, que esa es otra cosa que nos encantó, hay muchas terrazas y un ambiente muy animado. Además el tiempo era bueno por fin, así que había que aprovechar. Tomamos otra cerveza y otro vino por 10€. Precio estándar.

De vuelta al hotel compramos una baguette para cenar algo de picoteo, pero vi un sitio de sushi para llevar que estaba en la porte Dijeaux y no me pude resistir. La baguette fueron 1,05€ que tuvimos que pagar con tarjeta porque no tenían cambio de 20€ y el sushi fueron 6,30€ una bandeja de 8 piezas. Muy rico. Cenamos en la habitación del hotel y nos fuimos a dormir pronto, que Dani seguía un poco pocho.

 El jueves también nos levantamos tranquilamente cuando Sofía se despertó. Tomamos el desayuno, nos preparamos y salimos rumbo a los barrios de Saint-Michel y de Les Chartrons. Fuimos a la parada del tranvía de St Bruno, que está al lado del hotel y cogimos la línea que nos llevaba hasta Puerta de Borgoña. El día anterior no habíamos visto de cerca el famoso Puente de Piedra, así que aprovechamos para verlo y echarle unas fotos. Pasamos por la puerta de Borgoña y fuimos por la Rue des Faures hasta la Basílica de Saint-Michel. El ambiente aquí es diferente del centro, multicultural, algo más dejado y con un punto marginal. No sé si ayudaba que había un mercado de pulgas en la plaza de la basílica, y por eso me pareció un poco más cutre.

Fuimos a ver también el marché des Capuchins, pero era muy pronto para hacer lo típico en este mercado, que es tomar una copa de vino blanco y ostras (además a ninguno de los dos nos gustan las ostras). Dimos una vuelta viendo los puestos del mercado y después nos acercamos a ver la puerta de Aquitania. Como era la hora de la siesta de la peque, dimos un paseo hacia el centro por la rue Sainte Catherine, la misma por la que habíamos paseado el día anterior, por su parte más meridional, pero no conseguimos que la chiquinina se durmiera. Fuimos a ver la porte Cailhau que es preciosa, y nos sentamos en la place du Palais en una terraza a disfrutar de las vistas y de una cerveza y una Coca-Cola, por sus consabidos 10€.

Puente de Piedra 
Calle del barrio de Saint-Michel con la torre de la basílica al fondo 
Puerta de Aquitania 
Porte Cailhau 
Porte Cailhau 
Como la peque no se había echado siesta aún, fuimos a comer pronto a una crepería que estaba al lado. Se llamaba Sel et Sucre, y nos gustó mucho. El local es muy bonito, con una decoración muy agradable y curiosa, tienen trona, cambiador de bebés y crepes para niños. Tomamos dos crepes saladas con una jarra de sidra dulce (al parecer es la bebida típica que se toma con los crepes) y Sofía una crepe de jamón y queso. Le pusieron cubiertos y vaso de plástico de colores y le dejaron un cuento para entretenerse. Además de económico, porque no llegó a 30€. Todo un acierto. Después de comer nos fuimos dando un paseo por la orilla del río hasta el barrio de Les Chartrons . Por el barrio, paseamos por la calle de Notre Dame, vimos la iglesia de Saint Louis de les Chartrons y nos tomamos un café en una terraza en la Halle de les Chartrons, era un mercado municipal de finales del siglo XIX reconvertido en sala de exposiciones. Yo en lugar de café pedí algo que creía que era una tarta de queso (mi francés no da para mucho) pero resulta que era una copa de queso fresco batido con mermelada de frutos rojos. Muy rico. Volvimos al hotel dando un paseo largo y disfrutando de las últimas horas en Burdeos.
Exterior del Sel et Sucre 
Interior de la creperie
Jarra de sidra con los vasos típicos 
Paseo por el Garona 
Barrio de Les Chartrons 
Barrio de Les Chartrons 
Iglesia de St Louis 
Marché de Les Chartrons 
Después de descansar un rato, pasamos otra vez por el centro comercial y compramos, esta vez sí, vinos, quesos y canelés, que es el dulce típico de Burdeos. Fuimos a tomar algo a un sitio cerca de la Porte Dijeaux al que le había echado el ojo el día anterior. Se llamaba Marcel Bistrot Français. Nos tomamos un vino y una cerveza, y como estamos a gustito nos pedimos una tabla de quesos y embutidos, todo son menos de 20€ y nos fuimos cenados de vuelta al hotel. En el hotel le dimos algo más de cena a la chiquinina, que había picado sólo un poco de jamón, y nos fuimos a la cama.

Cenita
Otras entradas del viaje:
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Las Landas
Burdeos
Saint-Emilion

viernes, 10 de enero de 2020

País Vasco francés, las Landas y Burdeos en coche: de Bayona a Burdeos.

Hoy os traemos nuestro día por las Landas, un sitio muy bonito con unas playas impresionantes que tuvimos la mala suerte de ver bajo la lluvia.

El martes también amaneció lloviendo. La previsión era que hacia el norte fuera mejorando el tiempo a lo largo del día. Bajamos a desayunar, preparamos las maletas, recogimos todo y cargamos el coche después de hacer check-out, que sólo era dejar la llave porque habíamos pagado al llegar. Fuimos con el coche hacia Capbreton que está a veinte kilómetros de Bayona, pero cuando llegamos estaba lloviendo bastante y hacía mucho aire. No pudimos bajar a la playa y el pueblo estaba todo cerrado y vacío. Se notaba que es un pueblo de playa y el mal tiempo no acompañaba, era como estar en Torrevieja en Febrero.
"Le soleil de les Landes" en Capbreton 
Como la chiquinina se había quedado dormida (no perdona su siesta mañanera), decidimos subir hasta Mimizan, a ver si por allí hacía mejor tiempo. Fuimos por la carretera de Las Landas, que va toda entre pinares y a los lados salen senderos para hacer rutas en bici, senderismo o que van a la playa. Las Landas es una zona fundamentalmente de veraneo y para surferos, y está pensada para ello. Básicamente es una franja de costa en la que te encuentras, de tierra adentro hacia el mar: pinar-carretera-pinar-duna-playa-mar. Las playas son de arena fina y blanca, anchas y larguísimas. Puedes ir a zonas en las que no haya nadie más y está poco urbanizado. Un gustazo, vamos, pero si hace buen tiempo. De vez en cuando veíamos un cartel que hablaba de "le Soleil de les Landes" y nos entraba la risa floja porque estaba diluviando. Paramos en Mimizan pero seguía lloviendo. En un Burger tomamos un café y una Coca-Cola y dejamos que la chiquinina juegue un rato. Como no paraba de llover, seguimos hacia el norte en busca del sol.

La carretera de Las Landas entre pinares. 
Llegando a Biscarrose dejó de llover. Fuimos a la zona de playa. Eran las dos, así que entramos en un sitio a comer (y menos mal que no nos lo pensamos mucho porque cinco minutos después entró una pareja y les dijeron que solo daban comidas hasta las dos). Se llama Le Bleu Banane y está al lado de la oficina de turismo. Dani pidió un solomillo, yo pasta con vieiras (gambas no les quedaban) y la peque una brocheta de pechuga de pato, que no le gustó mucho, así que me la comí casi yo y compartimos mi pasta. Y una copa de vino blanco. Y un helado para Sofía de postre. Todo por 54€. El sitio me gustó bastante, la comida estaba muy buena. Después de comer fuimos a la playa porque (al fin) había salido el sol. Era un playón impresionante de arena blanca y fina. Sofía jugó un rato y descansamos tirados en la arena, mirando el mar. Dani se estaba empezando a poner malo y estaba muy cansado, así que volvimos al coche y pensamos qué hacer.

La calle de la playa en Biscarrose 
Playón para un lado
Playón para el otro lado
Al final decidimos para ir hasta la duna de Pilat. Aparcamos en el parking que es de pago (media hora gratis). Subimos a la duna, Dani con Sofía en la mochila. Cuando llegamos arriba Ana se fue un poco más allá para hacer unas fotos y la peque y su papi se quedaron jugando con la arena cerca de la escalera. Cuando volvió la fotógrafa se puso la mochila para bajar a la chiquinina. Volvimos a coche, pagamos el parking y pusimos rumbo a Burdeos, al hotel porque Dani estaba hecho polvo. Además nos habían dicho que Arcachon no tenía mucho, y no nos gustan las ostras, así que no nos dio mucha pena.
Las escaleras de la duna de Pilat. 
Vistas subiendo la duna
Vistas desde arriba. 
Pillamos un poco de atasco para entrar en Burdeos y tardamos un rato largo en llegar. El hotel que habíamos reservado se llama Le Chantry, es un dos estrellas que está bastante céntrico. Las habitaciones están reformadas aunque en las zonas comunes se nota que está un poco anticuado. Encontramos bastante bien el hotel, Dani se acercó a la recepción para que pudiéramos meter el coche en el parking del hotel, que es gratuito. Sacamos las maletas y fuimos a hacer check-in. Nos ofrecieron el desayuno, que era bastante caro (9,5€ cada uno al día) pero por no ponernos a buscar un sitio por las mañanas con la peque en ayunas dijimos que sí. Así que el hotel al final fueron 80€ más de lo que reservamos. En total con el desayuno y el impuesto turístico 411€. Fuimos a la habitación, que estaba bastante bien, grande, con una cama de 1,50 y una de 90, que pegamos para que la chiquinina no se nos cayera en plena noche de la cama. Nos dimos una ducha, cenamos algo de picoteo de lo que llevábamos en la nevera y a las nueve estábamos todos metidos en la cama, que era muy cómoda, por cierto.

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martes, 7 de enero de 2020

Cuatro días en Oporto

Hace justo dos años estábamos cogiendo un avión hacia Oporto, así que hoy lo rememoramos contando todo lo que hicimos durante nuestra segunda experiencia en el país vecino.

En Navidad de 2017/18 no pudimos coger vacaciones, así que aprovechamos los días libres que nos quedaban y nos fuimos del 7 al 10 de enero a Oporto.  Llegamos el domingo después de comer, tras dejar a los conejos en su residencia habitual, el coche en el parking de larga estancia del aeropuerto, y un vuelo tranquilo de una horita, en un miniavion que parecía un autobús con alas. Sofía estaba emocionada estrenando su Trunki rosa chicle y pudimos comprobar que es muy práctica para viajar con ella. Fuimos directamente al apartamento donde nos estaban esperando para hacer el check in, una chica muy maja que nos dio un montón de información sobre la ciudad, cosas para ver, sitios para comer, supermercados, etc. Se llaman Taipas Apartments y están en pleno centro, a dos minutos de la Torre de los Clérigos y se puede ir andando por todo el centro. Después de dejar las cosas y acomodarnos, bajamos dando un paseo hasta el barrio de Ribeira y cenamos en un restaurante a la orilla del Duero (de cuyo nombre no me acuerdo) con horario guiri total, y nos fuimos a dormir prontito.

El puente de Luis I con su iluminación nocturna.
El lunes nuestra ruta fue ésta:
Torre de los clérigos: desayunamos todos los días en una cafetería al lado de ella, así que la vimos bastantes veces pero no llegamos a subir.
Librería Lello: aprovechamos que era pronto, acababan de abrir y no había mucha cola. Compramos las entradas, que nos costaron 5€ cada adulto (si compras un libro te lo descuentan del precio), y también disfrutamos de su tienda  llena de merchandising de Harry Potter. Se dice que JK Rowling se inspiró en las escaleras de esta librería así que como somos fans, disfruramos la visita.
Iglesia del Carmen, ayuntamiento, iglesia de la Santísima Trinidad, mercado de Bolhao, capilla de las Almas: dimos un buen paseo admirando las iglesias de paredes de azulejos y otros lugares míticos de Oporto.
Café Majestic: después de paseo hicimos una pausa para descansar en uno de los cafés con más historia de la ciudad.
Plaza de la Batalha.
La Sé.
Comimos en Cerca Velha, picamos una tabla de quesos y embutidos en una de los rincones más bonitos de Oporto.
Para volver a la zona de Ribeira tomamos el funicular dos Guindais, vimos la muralla fernandina, y finalmente tomamos un vino viendo el atardecer en una terraza a la orilla del Duero.
Despues vimos la casa del infante, la iglesia de San Francisco y el palacio de la Bolsa. Descansamos y cenamos en Irmaos Linos.
A dormir.
La torre de los Clérigos
Fachada de la librería Lello.
Cristalera en la librería Lello.
Escalera de la librería Lello
Librería Lello.
Iglesia del Carmen
Mercado de Bolhao
Capilla de las Almas
Café Majestic
Fachadas de azulejos.
Lateral de la Sé.
La Sé.
Vistas desde la zona Velha
Atardecer a orillas del Duero.
Iglesia de San Francisco
Vistas desde el mirador de la Victoria
El martes estaba lloviendo así que fuimos a ver la estación de Sao Bento y desde allí cogimos el metro a Vila Nova de Gaia. Hicimos la visita a las bodegas Calem y comimos allí al lado en Douro Velho. Volvimos hacia Ribeira paseando por el puente de Luís I. La chiquinina se quedó dormida en la mochila y cogimos el tranvía 1 en Infante hasta la desembocadura del Duero, toda la línea. Hacía muy mal tiempo, así que después de una vuelta corta, nos volvimos otra vez en el tranvía, esta vez con la peque despierta y disfrutando del viaje. Volvimos un rato al apartamento e hicimos la maleta. Cenamos en Ribeira, en un sitio de vinos que se llama Taberna Está-se bem.
Vestíbulo de la estación.
Vestíbulo de la estación
Bodegas Calem
Vista de Ribeira desde Vila Nova
Las barcas de las bodegas.
Más vistas de Ribeira.
Tranvía 1
Faro en la desembocadura del Duero.
El miércoles nos dejaban hacer el check out más tarde, lo que nos vino genial porque nuestro vuelo salía a las seis y pico. Calculamos salir sobre las tres del apartamento. Desayunamos y dimos un paseo por la Rua de las Flores, y vimos la zona velha, la torre de la rua da baixo y el ascensor de Lada. Repetimos terraza a la orilla del Duero, pero se puso a llover y tuvimos que ponernos a cubierto. Cuando dejó de llover decidimos ir a recoger el equipaje y salir para el aeropuerto. Llegamos pronto al aeropuerto y comimos algo tranquilamente. Tienen zonas para niños. Volvimos en un avión todavía más mini que el de la ida, un turbohélice que en una hora y poco nos dejó en Barajas.
El tranvía 22
Callejuelas por el centro.
Terrazas en Ribeira.
Y hasta aquí nuestra escapada a Oporto, una ciudad pequeña, cercana y acogedora. Con ese aire decadente que a unos les encanta y a otros les echa un poco para atrás  pero con mucho encanto.